Escultura de una Lamia en Arrasate (Guipúzcoa). imagen: fr.wikipedia.org |
Seguro que te encuentras, o te has encontrado,
viviendo la insatisfacción en algún área de tu vida o en todas ellas. La insatisfacción
nos ayuda a tomar decisiones y cambiar aspectos de nuestro cotidiano para
sentirnos más plenos. Pero se puede cronificar y es entonces cuando provoca
ansiedad y tristeza. A veces no valoramos lo que tenemos, lo que hacemos y
tampoco sentimos agradecimiento por los seres humanos que nos acompañan de
lunes a domingo. Inés Bengoa, colaboradora Buenasterapias, nos habla hoy de Lamia, ser de la mitología vasca
que nos recuerda los peligros de la insatisfacción permanente…
imagen: davidpuertas.com |
Entre los seres fantásticos que habitan la
mitología vasca está la Lamia, que ya aparece en la tradición grecolatina como
un ser seductor que las madres de la Antigüedad mencionaban para
asustar a los niños traviesos.
En la mitología vasca, sobre todo en los
territorios del sur, las lamias son genios mitológicos mitad humano mitad
animal. La parte superior suele ser de una hermosa mujer y la inferior aparece
en forma de pies de pato, cola de pescado o garras de algún tipo de ave. Habitan
cerca de ríos y fuentes, donde acostumbran a peinar sus largas cabelleras rubias
con peines de oro. Suelen ser amables y se cuenta que han ayudado a los hombres
en la construcción de dólmenes, crómlech y puentes.
En los territorios más al norte existe otro tipo de lamia, una
mezcla entre enano y diablo que, sin llegar a ser malvados, son seres a los que
se debe respetar, por si acaso.
imagen: sobreleyendas.com |
La siguiente leyenda, en la que aparece una de
estas últimas lamias, nos habla de la perpetua insatisfacción que a veces
persigue al ser humano.
Hace mucho tiempo vivía un cantero en un pequeño
pueblo llamado Zuraide, en la provincia de Zuberoa. Su trabajo era necesario y muy
estimado por sus vecinos, pero el cantero no estaba contento ya que, según
decía él, era un trabajo duro y cansado.
En aquella época había muchas lamias en el País
Vasco. Una de éstas escuchó las quejas del cantero y se le apareció para
preguntar:
-
¿Qué te pasa? ¿No estás contento?
-
Pues mira, esto de picar piedra es un
trabajo muy duro y casi no me da para vivir. ¡Así nunca llegaré a ser rico!
-
Si eso es lo que quieres –le dijo la
lamia- serás rico.
Y la lamia lo llenó de riquezas.
En un principio, el cantero pensó que se trataba
de un sueño pero en seguida se acostumbró a su nueva vida. Tenía mucho dinero,
una hermosa casa, sirvientes… la verdad es que vivía muy bien. Pero, con el
paso del tiempo, se aburrió de su nueva situación.
-
Ahora soy rico –pensó-, pero no tengo
poder.
De nuevo apareció la lamia.
- ¿Y ahora de qué te quejas?
- Pues… verás… ahora
soy rico y estoy muy bien pero quisiera tener más poder… ¡Me gustaría ser
emperador!
-
Si el sol puede molestar al emperador
–se dijo a sí mismo- eso quiere decir que el sol es mucho más poderoso que el emperador.
¡Ójala fuera sol!
La lamia, que se encontraba allí cerca, lo oyó
todo y lo convirtió en sol.
El cantero estaba muy contento porque era sol
pero, de pronto, una pequeña nube se le puso delante y lo tapó. El hombre
rico-emperador-sol pensó que si una pequeña nube podía taparlo ella era más
poderosa. Le entraron ganas de ser nube.
Y la lamia lo convirtió en nube.
El cantero estaba loco de contento con su nueva
situación. Ser nube era muy agradable, podía tirar rayos y lluvia a la tierra,
mojar a la gente y obligarles a entrar en casa… De repente vio una roca que aguantaba
tranquilamente la lluvia, entonces el cantero pensó que la roca era más
poderosa. Quiso convertirse en roca.
Y la lamia lo convirtió en roca.
En seguida sintió unos golpes que lo partieron en
mil pedazos, así es que gritó:
-
El cantero es el más poderoso ya que
puede partir una roca en mil pedazos. ¡Ay! ¡Quién fuera cantero!
-
Cuando eres una cosa quieres ser otra
distinta. ¡Estás igual que al principio! Lo mejor va a ser que cada uno siga
con lo suyo: yo lamia y tú cantero. La lamia desapareció y no volvió a presentarse ante el cantero nunca más.
Fuente: “Euskal Herriko Leiendak” de Toti Martínez
de Lezea.
Traducción: Inés Bengoa
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