Una mujer sana se parece mucho a una loba: robusta, colmada, tan poderosa como la fuerza vital, dadora de vida, consciente de su propio territorio, ingeniosa, leal, en constante movimiento. En cambio, la separación de la naturaleza salvaje provoca que la personalidad de una mujer adelgace, se debilite y adquiera un carácter espectral y fantasmagórico.
No estamos hechas para ser unas criaturas enclenques de cabello frágil, incapaces de pegar un salto, de perseguir, dar a luz y crear vida.
(Fragmento del libro "Mujeres que corren con los lobos", de la Dra. Clarissa Pinkola Estés)
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