Mi hija empezó a beneficiarse de la Homeopatía desde bebé. Se estrenó con el cólico del lactante; luego con el tiempo en el que le fueron saliendo los dientes; simultáneamente la visitó la fiebre y el moco. Más tarde le sobrevino la conciencia de la caducidad de la vida... Y empezaron a molestarle las pesadillas en la noche. Aún recuerdo su pena grande, grande cuando llegaba corriendo de mi cuarto a abrazarla. Y ese olorcillo sagrado del sudor infantil, del sofoco de no entender en realidad el por qué de tanto miedo. Y ahí bendije más que en ningún otro momento la magia de la Homeopatía. Me asombra la sabiduría de cada medicamento homeopático.
Gracias a todos los médicos homeópatas por ser y estar. Gracias por escucharnos con paciencia y sin juzgar. ¡Os queremos!
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